Hace frío en Bariloche mientras vivimos días tristes en la ciudad. La marginalidad que provocamos como ciudad, el dolor que provocamos a otros al excluirlos y el no aprender a construir puentes que nos unan y no barreras de protección que terminan por separarnos se impusieron en el paisaje cotidiano en forma de muertes, acusaciones y represión.
Resulta más importante para algunos cuidar los bienes públicos que cuidar la vida de las personas. Resulta más importantes para otros imponer la protesta la vida pidiendo justicia que buscar la paz. Así se generan oportunidades para los oportunistas, caldo de cultivo para los provocadores que pronto arriman y siembran antiguos climas de terror.
A lo lejos, solo podemos ver siluetas de la realidad. Sin saber quienes somos como sociedad, sin encontrar caminos para transitar. El humo de los gases y de las casas pobres que queman la poca leña que le dan se confunden en el mismo cielo.
La muerte nos visita y nos deja desconsolados. Pero más nos desconsuela la realidad de nuestra ciudad que hoy muestra claramente los bandos en que estamos divididos y que todos los días está ahí pero hoy se hacen notar con claridad. Porque no se puede pronunciar la palabra "marginados" sin asumir una postura de "marginador". Este o cualquier otro rótulo no son más que formas de separar: los del Alto, de los barrios periféricos, de por allá, los negritos, esos mapuches, los chilotes, los vagos y cuántos rótulos más que nos recuerdan que hay muchos que pasan necesidades, que sufren el frío, que no eligieron vivir así sino que pagan las consecuencias de una injusta distribución de riquezas. Para que algunos tengan mucho es necesario que muchos tengan poco.
Todos somos personas. Algunos viven aquí o allá, otros estudiaron hasta aquí o hasta allá. Muchos trabajan, otros no pueden, no quieren, no encuentran en qué... Pero todos somos personas. Cuando descubramos esta verdad podremos construir un Bariloche de respeto y de paz.
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