En estas últimas semanas de diciembre tuvimos la oportunidad de ir con Silvia Bacci y Facundo Vital a recorrer el Manso en busca del Pato de los Torrentes. Teníamos un dato certero pero como las aves son muy inquietas resultó no estar allí. Recorrimos muchos metros bordeando el río y observando con atención y minusiosidad cada rincón de remanso, piedra y troncos sobre el lecho del río.
Habíamos salido a las 8:30 Hs. y llegado a destino a las 12 Hs. aproximadamente. Tanto buscábamos que fueron apareciendo decenas y decenas de especies de aves: el Zorzal Patagónico en todas partes, el Fiofio con su silbo potente, los Rayaditos con sus gritos de alarma e histeria, el lastimoso canto del peutrén, los cabecitas negras con su ruidoso parlamento, el Pitío gritando a medida que se alejaba, los Carpinteros gigantes que no gritaron pero que nos acompañaron un gran rato, la Rara, la Remolinera Araucana, un Carancho llevando comida, unos Teros con una posible nidada, la esquiva Paloma Araucana... Se hicieron las 15 Hs. y el pato que no aparecía.
Sin desanimarnos pero con las expectativas bajas nos sentamos a descansar para luego iniciar un nuevo intento y, en un recodo alejado e inesperado descubrimos a la hembra, el pichón y el macho. La hembra constrastaba con su color ladrillo sobre el oscuro fondo del barranco. El pichón era un pompón de plumas nadando a favor y en contra de la corriente. El macho emergió de la correntada mostrándo su cabeza blanca fileteada de negro.
¡Como cuidaban padre y madre al pichón! Parecía que los progenitores habían buscado ese lugar para dar una clara lección al hijo. Realmente sentíamos que estábamos presenciando el trabajo de una familia que prepara una clase para instruir a sus hijos.
Quiero dedicar este relato y esta foto a Silvana Alzogaray que con alegría y entusiasmo inacabable nos sigue alentando a disfrutar de lo natural y a ser educadores ambientales en nuestro entorno más cercano.
Sin desanimarnos pero con las expectativas bajas nos sentamos a descansar para luego iniciar un nuevo intento y, en un recodo alejado e inesperado descubrimos a la hembra, el pichón y el macho. La hembra constrastaba con su color ladrillo sobre el oscuro fondo del barranco. El pichón era un pompón de plumas nadando a favor y en contra de la corriente. El macho emergió de la correntada mostrándo su cabeza blanca fileteada de negro.
¡Como cuidaban padre y madre al pichón! Parecía que los progenitores habían buscado ese lugar para dar una clara lección al hijo. Realmente sentíamos que estábamos presenciando el trabajo de una familia que prepara una clase para instruir a sus hijos.
Quiero dedicar este relato y esta foto a Silvana Alzogaray que con alegría y entusiasmo inacabable nos sigue alentando a disfrutar de lo natural y a ser educadores ambientales en nuestro entorno más cercano.
1 comentario:
Hola que lindo!!!hoy estuvimos horas y horas caminando y remontando el Villegas.. pero no tuvismos suerte para poder cruzarnos con eta hermosa Pareja... Bueno no decisto de poder fotearlo en algun momento.. gracias
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