Allí, escondido en el tronco del ñire del patio de casa, un Picolezna se alimenta. Su conducta recuerda a un carpintero. Pero no lo es.
El Picolezna recorre en espiral el tronco del árbol mientras escarba y levanta como haciendo palanca con el pico la corteza del árbol. Acompaña sus traslados con su canto, una "matraquita sonora" en el bosque.
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