El comedero artificial no tuvo largo éxito. Los comesebos confiados comenzaron a acercarse a la ventana y la polenta resultó ser más llamativa que el alpiste y sus agregados.
Valeria, mi esposa, logró sacar su mano con la cámara digital y acercarse para hacer esta toma.
El comesebo interrumpió su alimentación, la miró de reojo, esperó que disparara y luego se fue.
Allí decidimos que un comedero más natural, algo de madera y a cerca de la ventana nos permitiría observarlos y disfrutar de ellos con más confianza.
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