Nació y es pichona

Nació mi hija, Camila Rayén (Una flor delante de Dios y también delante de sus padres). Por quinta vez Valeria, mi esposa, tuvo un parto normal. Debo decir que por normal se entiende que hubo un largo trabajo de parto, fuerte dolores y ¡uf...! un terrible sufrimiento de madre. Debo decir también que toda mi admiración es para las madres que han parido a sus hijos y lo han hecho con gran valor.Pero también por quinta vez presencié un parto. Me paro al lado de Vale, le tiendo la mano, la beso con todo mi amor y trato de hacer algo sin poder hacer nada. Toda la labor la realiza la madre. La anterior y la posterior, quiero decir durante la gestación, el parto y la lactancia. Las cinco veces Valeria me gritó y ¡me pegó en el momento del puje! (Lo confieso, soy un hombre golpeado). En medio de la labor de parto me siento totalmente inutil y prescindible, sin nada que hacer más que estar presente porque me lo obliga mi sentimiento de padre, de "coautor" y de hombre.
Y aunque no hago nada, allí estoy, presente en tan profundo momento. Cinco veces he parido sin ni siquiera sentir un dolor pero dolido de no poder hacer nada más. Luego viene el momento de la dicha completa. El bebé sale, los doctores lo revisan, lo pesan, lo miden, lo visten y yo, su padre, soy el primero en tomarlo entre mis brazos y llamarlo por su nombre. "Micaela, Lucía, Gastón, Joaquín, Camila... bienvenida a la vida". Lo llevo hasta su madre y lo dejo en sus brazos.
¡Qué poca cosa hago!. Pero que hermoso es hacerlo. Es sin duda, uno de los momentos más hermosos de la vida.
Pero, queridos amigos, es así en muchas otras esferas de mi vida, pocas veces siento que hago algo que me trascienda más allá de un deseo personal. Recuerdo haberle enseñado a leer a un alumno de nueve años y haber logrado que una alumna aprendiera a multiplicar después de repetir varias veces por no saber hacerlo. También recuerdo haber disfrutado profundamente cuando un adulto manejó por primera vez una computadora y disfrutar cuando mi sobrina de siete años comenzó a prestarle atención a los pájaros del patio y a distinguirlos. Una de mis últimas alegrías fue ver como se gestaba el COA Tintica de Villa La Angostura.
Mi última dicha completa fue recibir a Camila en mis brazos.
Reconozco que no fundé ese gran foro Americaves, aunque me hubiese gustado estar allí cuando se creó. Tampoco ayudé a crear ninguna reserva natural sin embargo vivo en el Primer Parque Nacional creado en Argentina. No sé de aves lo que sabe con profundidad Liliana Oliveira, Juan Carlos Chebez o Aldo Chiappe (por nombrar solo a algunos) pero cuando ellos contestan uno de mis mail con humildad, con dedicación, con tanta sapiencia yo vivo un momento de dicha.
A veces me conformo con pequeñeces. Otras eligo cuáles pequeñeces van a nutrir mi vida. Conservo la esperanza de alguna vez hacer algo grande.

No hay comentarios: