Verano del 2008

En el verano del 2008 fuimos a Córdoba de vacaciones. Fue mi primer viaje familiar y de vacaciones como "observador de aves". Obviamente es dificil congeniar ambas cosas. Sin embargo para mí fue un reencuentro con cantos, sonidos y plumajes que vivieron conmigo desde chico pero que jamás tuvieron nombres ni palabras.
Apenas si un "bichofeo" o un "terotero" eran claros recuerdos. Mientras jugabamos al trompo o las bolitas en el baldío de la esquina gorriones y chingolos nos acompañaban pero yo no podía distinguir uno de otros. Sabíamos de las torcazas que arrullaban desde lo alto de los eucaliptos y de los mistos y cabecitasnegras que andaban por el monte. La urraca (que resultó ser el pirincho) estaba desdibujada de nuestro saber infantil como un pájaro que andaba por ahí. En las siestas de la primavera algunos picaflores visitaban el jardín florecido y una "curucucha" anidaba en los huecos de los bloques de la tapia cerca de la casa. Unos vecinos que vivían a unas dos o tres cuadras tenían un palomar, no sé si las criaban o si las palomas habían elegido su gran tanque de agua como dormidero. Esos son los recuerdos infantiles que tengo de las aves.
Mi visita a Córdoba despertó todos esos recuerdos y los puso en palabras. Vi a la bandada de gorriones bañarse en polvo y a los chingolos cantar su "Tuit tuit ooo..." desde lo alto de las ramas. Escuché cantar a los teros ya muy lejos del barrio que fue deborado por la urbanización y ya no tiene ni baldíos ni calles de tierra. Solo quedó como una cicatriz el canal de riego que lo atraviesa sin poder definirse como espacio verde o naciente basural.
Las palomas resultaron ser tres especies que distinguí sin problemas: la doméstica, la manchada y la torcaza. Los pirinchos volaban sobre el parque cercano al aeropuerto y aparecieron más aves, aves que yo no hubiera imaginado de chico más que en libros o textos escolares y que estuvieron allí toda mi infancia: garzas, patos, cotorras, gauchos, monjitas...
Lindos recuerdos che, me dieron ganas de viajar.

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