Una garza primaveral

Las garzas blancas son esbeltas, elegantes y llamativas. Será por eso que resulta tan grato observar su caminar de largos zancos, su suave despegue o su vuelo casi pausado. Cuando los conquistadores recorrían por primera vez el Río de la Plata avistaron interminables arboledas cubiertas de garzas. Tienen por costumbre anidar en colonias y si bien pescan y cazan cada cual por su cuenta resulta grato ver las grandes colonias descansando al sol.
En nuestra zona no es común ver tal cantidad de garzas, a lo sumo en el otoño alguna bandada formada por una veintena que anda de paso en sus desplazamientos territoriales. Es más frecuente ver un ejemplar solitario que decide pasar una temporada por aquí.
Desde principios de septiembre una Garza Blanca (Ardea alba) ha decidido acompañarnos en el mallín de Bahía Serena. A veces se queda cercano a los cercos que delimitan los rellenos de algunos comercios de la zona, otras se aleja hacia los matorrales tal vez escondiéndose del bullicio. Tímida y escurridiza no permite que se acerquen los distintos observadores que andan detrás de ella disfrutando de su presencia.
No está sola. El mallín va poblándose con las aves migratorias que van llegan, aunque parece que cada vez les dejamos menos terreno para ellas. Las Golondrinas Patagónicas (Tachycineta meyeni ) y los Sobrepuestos (Lessonia rufa) ya andan dando vueltas por la zona. Otros estarán llegando para pasar el verano. Los Teros (Vanellus chilensis) no se sienten tranquilos con la presencia de la garza y cuando la ven desplazarse se alarman e incluso realizan vuelos rasantes sobre ella.
Un amigo –Aldo Chiape, eximio dibujante naturalista– recordaba los versos de Leopoldo Lugones que tan bellamente describen a esta ave:

En su abstracto candor,
el tiempo vano
inmoviliza eterno, hondo, distante,
la soledad obscura del pantano
y una línea de tiza interrogante...

No hay comentarios: