El Diucón es no solo el ave que más observamos, que más formateamos, que más queremos en casa sino también la que más dibujamos.
Sus gestos, su coloración gris plomiza, su llamativo iris rojo, su barba blanca y la sospecha de que este veraro anidó muy cerca de casa lo hacen motivo de constantes elogios y alegrías compartidas.
El Diucón es un ave curiosa. Se posa siempre en lugares altos, ésto lo hace claramente visible. Puede ser un matorral del cuál elegirá la rama más elevada o la antena de televisión. Desde allí realizará los vuelos elásticos en busca de comida: saldrá disparado hacia un punto y retornará a su percha como atado con un "jumping" invisible. Este es el vuelo típico de los Tiránidos, passeriformes cazadores de insectos.
Cuando el Diucón mira con curisidad mueve su cabeza hacia un lado y otro, incluso la inclina casi en un gesto de reverencia como saludando al observador. Sin embargo su confianza no llega al punto de dejarlo acercarse demasiado. Siempre impone una distancia de varios metros.
Las patas, los dedos y uñas son negros. No suelen verse "las piernas". Apenas unas líneas firmes que salen de su cuerpo y los dedos que prensan con firmeza también a las ramas.
A veces lo hemos visto en el suelo, dando pequeñas carreritas o acercándose a fuentes de agua, pero rápidamente busca un lugar elevado: una piedra, una ramita o cualquier cosa que lo eleve aunque sea unos centímetros del suelo.
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