Entre mate y mate

Darío Yzurieta, Ornitólogo de campo
Tengo grabada en mi memoria los encuentros y desencuentros con usted, don Darío. Nunca lo conocí personalmente y me costó mucho hallar una fotografía suya. Pero a través de las 333 ilustraciones de la guía de Aves de la Patagonia -que hasta hoy acompaña mis salidas- lo imaginé siempre sonriente, bonachón y grandote. Sus dibujos me apasionaron porque me apasionaba reconocer en ellas a las aves de mi patio, de mi cuadra, de mi barrio. No entendía como Tito y usted podían saber tanto de aves y mucho menos podía imaginar qué maravilloso e implacable poder le permitieron haber dibujado mil aves de todo un país. El Cabecitanegra Austral fue un descubrimiento para mí, venido de Córdoba y conociendo al otro Cabecitanegra. Darío, usted lo dibujó posado y en vuelo y así aprendí a mirarlo por la ventana de casa. Una de mis mayores sorpresas fue el Yal Negro porque por primera vez lo vi una tarde de luz en medio de una larga tormenta; el pobrecito estaba posado en un tendido eléctrico en la misma pose que está estampado en la guía, algo desgarbado y de alas caídas... Lo mismo me pasó con el Verdón manejando por la ruta, con la Tijereta desde un colectivo larga distancia, con la Codorniz Californiana en alguna caminata al Challhuaco... y muchas más, descubiertas por el dibujo antes que por el texto... Me enojé también con algunas ilustraciones suyas don Darío. Su Diucón, el Zorzal Patagónico y el Fiofío Silbón no entraban en lo que yo observaba... y le preguntaba en voz alta: -Pero Darío ¿éste es su Diucón...? no se parece al mío. Cuando conocí la guía grande aprendí a valorar aún más su colosal trabajo. Y cuando me regalaron gentilmente la afamada guía de Olrog, me di cuenta del salto epistemológico que implicaba la ilustración de una a la otra. Cuando emprendí el deseo de dibujar mis propias aves tomé plena conciencia de qué gran naturalista fue usted. Don Darío, usted es uno de los naturalistas más grandes que hemos tenido en Argentina; lo atestiguan sus obras, sus dibujos y la multitud de observadores de aves que seguimos valiéndonos de su trabajo.

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