Como en todos los otoños, el Picaflor Rubí se asoma a las ventanas de casa buscando los bebederos. Acostumbramos poner pequeños recipientes con agua edulcorada para que tengan alimento disponible y para disfrutarlos de muy cerca.
Este año se acercaron a un recipiente de un llamativo color fucsia, sobre una ventana que recibe mucha sombra. Igualmente, viendo su interés por esa zona, aprovechamos para poner una pequeña rama a modo de posadero.
Por ese entonces, entre fotografías registro y bocetos, fue naciendo la intención de ilustrar al pequeño. Para ser sincero, distinguimos al menos tres individuos a partir de las fotografías. Pero, igualmente la ilustración naturalista tiende a representar aun individuo genérico, que reconoce las características propias de la especie y brinda pistas acerca de su entorno.
Para ello, es importante cuidar los detalles. En este caso, buscar una pose lateral, ensayar composiciones en el papel, tomar notas de conductas o comportamientos que pueden ser plasmados en el dibujo. A la vez, también es bueno contar con fotografías registros, es decir con tomas que más allá de su calidad fotográfica, permitan complementar las observaciones y tomar decisiones acerca de qué dibujar y qué no dibujar.
En estos tiempos, las redes sociales permiten generar intercambios, aprendizajes abiertos y son fuente de inspiración. En este caso, un boceto en Instagram terminó de definir cómo componer mi ilustración y el uso de los materiales. Una pequeña rama atraviesa todo el ancho del papel y el ave se encontrará posada a la derecha, sobre los dos tercios de la hoja. Dibujada en grafito, con lápices de distinta dureza para trabajar los claroscuros.
Tal vez la ilustración final haya tomado unas tres horas de ejecución. Pero todo el conjunto de pequeñas decisiones, que parecen sucesivas y rápidas, ocurrieron a lo largo de tres semanas o más. Por eso, es importante recordar que dibujar no es una cuestión de talento, más bien es una cuestión de constancia y aprendizajes a lo largo del tiempo.