“Habitualmente el Homo sapiens actúa como si fuese la única especie que existe sobre la tierra, o al menos, la única que tiene derecho a vivir. Por distintas razones, el peligro latente que esta concepción lleva implícita, va creciendo constantemente.El hombre primitivo, más respetuoso de los seres que con él compartieron la aventura vital, llegó a considerar sagrada la existencia de algunos animales, y aun cazándolos, es decir subsistiendo gracias a ellos, no los despreciaba ni relegaba. Aquel Homo, no tan sapiens como el actual estaba mucho más cerca de la fuente que dio origen a todos los seres, sea cual fuere la concepción filosófica que se utilice. Honró a sus víctimas y así lo prueban no solo las figuras mágicas dejadas en paredes de cavernas, sino los estudios realizados en la actualidad con civilizaciones neolíticas.Podría medirse el grado de cultura de un grupo comparando su relación con el medio en el que vive, con sus plantas y animales: a mayor evolución mayor desprecio pro los estadios inferiores de la vida.El hombre se ha creído –y se cree– un ser privilegiado, al que cualquier comparación con otros animales, incluso con mamíferos similares, como los monos, se le ocurre irrespetuoso. Este “espejismo”, ciega sobrevaloración de los propios atributos, comparable en alguna medida al racismo, nos ha llevado a una situación tal que los medios científicos dedicados al estudio de la ecología, llaman muy alarmante. La propia existencia de esta moderna ciencia, que vincula al ser humano con el medio ambiente, interesándose en las mutuas influencias que ejercen animales, vegetales, suelo, clima y otros factores, prueba la reconsideración que a alto nivel se está haciendo del viejo concepto del hombre como amo y señor de la tierra, siendo que en realidad este planeta, ínfimo grano de polvo en el espacio, es el hogar de todos los que lo habitan.La concepción especista va cediendo paso al criterio ecológico. Tal vez no sea tarde y tengamos tiempo de revertir el proceso, de evitar la contaminación total de la delgada capa atmosférica, de limitar la constante polución de las aguas. Quizá podamos salvar los últimos pulmones vegetales amenazados por la ceguera del progreso. Puede que aún sea posible impedir la matanza masiva de especies animales, que cumplen un rol en la cadena biológica, conozcamos o no ese papel.Hasta tal extremo ha llegado nuestra soberbia, que endilgamos a seres vivos el mote de plagas, y nos autorizamos legalmente a destruirlos cuando jamás podríamos volver a darles vida”.
Tito Narosky
Entre Hombres y Pájaros. Andanzas de un naturalista.
(1983) Editorial Albatros
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