A veces parece que el mundo conspira contra uno... y otras, parece que Dios conspira con el mundo para que seamos felices.
Esta semana terminé una etapa de trabajo a full. Tanto que me tomé la tarde del martes para dormir una siesta, cosa dificil con tantos niños... consultas médicas, resfríos y mi esposa haciendo el curso de manejo.
El miércoles no pintaba mejor: Camila con conjuntivitis y mucho moco, Valeria con sus clases, Lucía con un torneo de voley y yo retomando el trabajo... Me tocó quedarme con Camila que se portó muy bien y cuando llegó mi esposa salí hacia el trabajo corriendo. Alcancé a tomar la cámara para sacar unas fotos en la escuela y salí rumbo a la ruta.
Cuando llegué al mallín y miré de reojo una garza blanca levantaba su cuello hacia el cielo. Pasé revista rápidamente: cinco minutos, cámara en mano, balizas, estacionarse...
¡Sí!. Tenía todo para disfrutar de este ave que no siempre está ahi y que seguramente estaba en tránsito hacia otros lares. Ya sabía también lo dificil que se fotografiar a un ave blanca. Pero verla caminar, girar, estirar su elegante cuello, contraerlo hasta casi desaparecer dentro del cuerpo. Es realmente un ave muy bella. Además, increíblemente estaba leyendo sobre las garzas en la colección Fauna Argentina y recordaba lo leído a medida que la veía andar.
Para completar el cuadro de felicidad, una ratona aperdizada cantaba por detrás mío, sobre los matorrales. Mientras escribo Camila duerme una siesta y yo edito las fotos para compartirlas con Uds. Lucía regresó de su torneo contenta aunque no campeona y Valeria regresó a casa manejando.
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