180’ - Ciento ochenta minutos

El nueve de diciembre de 2005 recibía por mail la primera entrega de mi Curso “Americaves” de Observación de Aves. Unos días atrás lo había encontrado navegando por Internet, buscando aprender más de esa actividad que comenzaba a apasionarme. Escribí a la dirección de correo y me contestó un tal Lito, escueto en su nombre y desenvuelto en su escritura y comunicación virtual.
Siguieron a esa comunicación otros siete u ocho envíos en los cuales mi tutor virtual se iba dando a conocer y mostrando sus cualidades de persona. Desde entonces lo llamo “mi maestro”, pues fue la primera persona de quien recibí formación como observador de aves.Luego, siendo invitado por el mismísimo Lito a participar del Foro Americaves, comenzamos a interactuar profundizando lo aprendido, conociendo a otros observadores y a grandes personalidades de la Ornitología Argentina siempre a través de foros virtuales.
Desde entonces hemos intercambiado muchas charlas, algún que otro mail privado y por fin, el veinticuatro de abril de 2009 nos conocimos personalmente.
Fueron ciento ochenta minutos los que pasamos juntos. Lito viajaba a la Patagonia Andina en busca de descanso para él y su familia. Por supuesto traía su cámara para alguna ocasional escapada a observar aves. Ya habíamos concertado para conocernos personalmente si fuera posible y el encuentro se dio la tarde del viernes en cuestión en un punto de la ciudad.
- ¿Lito? - pregunté seguro de que se trataba de él.
- José - me respondió bajando de su camioneta.
Lo siguiente fue un abrazo de dos personas que -sin haberse visto cara a cara- se conocían desde largo tiempo.
Improvisamos -lo digo con un poco de vergüenza como anfitrión- una salida al Challhuaco. Apenas si unas dormilonas cara negra y otras pocas aves se dejaron ver u oír por el bosque. Pero la conversación fluía con naturalidad entre ambos: la vida familiar, las “personalidades” del foro, la belleza del bosque en otoño, las características de este ambiente tan distinto a otros ambientes conocidos por Lito.
La tarde iba cayendo y el sol buscaba esconderse detrás del Challhuaco. Nosotros emprendíamos la retirada, pobres en fotos y observaciones pero satisfechos con el encuentro.
El recorrido final fue un mini-tours en automóvil por los lugares de avistaje que suelo frecuentar: la costa del Lago Moreno, la orilla del arroyo Gutiérrez, el mallín del 12 Km. y finalmente mi barrio. En casa hubo una presentación oficial con mis hijos y mi esposa: “Este es el famoso Lito”.
Las formalidades del momento no apagaron la sencilla emoción de la despedida de alguien a quién conocía por primera vez pero seguiría contactando continuamente.
Fueron ciento ochenta minutos de encuentro pero es incontable la cantidad de tiempo que hemos compartido juntos con este, mi maestro, un apasionado por la observación de aves.

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