Salida al Pichileufu


El río Pichileufu corre por la estepa patagónica (Más info). Se halla a una hora y media de la ciudad de Bariloche pero en una salida de avistaje de aves, hay paradas obligatorias que demoran la llegada a destino. (Más info)
En la segunda semana de enero fuimos hacia allí en una salida organizada por Silvana Alzogaray. Éramos un grupo pequeño, de ocho o nueve personas que deseaban recorrer una vez más la estepa y deslumbrarnos con su belleza. La compañia de Silvana llena de conocimiento y curiosidades los paseos y las conversaciones.
Es una salida que necesariamente debe durar todo el día. Las aves y la estepa invitan a detenerse a cada instante. Rocas, plantas y aves van apareciendo a la vista y el paisaje cuenta su historia. Pudimos observar más de treinta especies de aves.




Un Martín Pescador nos esperaba en su percha sobre el Río Ñirihuau, en el puente viejo. En la misma rama una Remolinera Araucana nos observaba con curiosidad, lo mismo que una Ratona Común que apenas se detuvo un instante. Varias de ellas volaban de un lado a otro cruzando el río de orilla a orilla sobre las altas piedras. Se desplazan batiendo sus alas sin detenerse como suspendidas por un hilo invisible que les oblica a trazar un gran arco. Al llegar a destino, casi siempre entre matorrales se las ve moverse inquietamente hasta desaparecen dentro de los arbustos.
El Martín pescador era una hembra que perchó en tres lugares, acicalándose brevemente y mirando con atención el lecho del río.

Muchas aves nos alentaban a detenernos en la Ruta 23, todavía de ripio... Pero un carancho juvenil, de plumaje todavía oscuro comía restos de una liebre en medio del camino. Nos detuvimos a pocos metros y él continuó su tarea hasta que abrimos las puertas de los vehículos.



Allí voló hacia unos pinos y desde otro sitio muy cercano lo vigilaba un ejemplar adulto. El joven carancho, aún con restos de comida colgando del pico esperaba nuestra partida para volver a su almuerzo.

Los Halconcitos Colorados estuvieron presente todo el trayecto. Sobre un árbol encotramos un nido y cinco ejemplares de esta especie. Uno de ellos voló inmediatamente dando gritos de alerta.Los otros se quedaron por un tiempo y luego voló al parecer el otro adulto. Los tres juveniles se quedaron sobre la misma rama, bastante ocultos de no ser por el constante chillido que emitieron todo el tiempo que los observamos.
Luego veríamos muchos más por lo general en parejas o en familia muy chillones todos tal vez cuidando a sus hijos volantones y advirtiéndoles de nuestra curiosa mirada.


Sobre el nido del Águila Mora percibimos un juvenil jugueteando o acicalándose, girando la cabeza hacia un lado y otro en plena actividad. No vimos a los adultos por ningún lado, pero ya era bastanta avanzada la mañana.
A lo lejos obsevamos un Cóndor. Tenía su notorio collar pero al girar y mostrarnos su espalda notamos en lugar de característico blanco de los adultos un plumaje grisáceo. "Falta poco - le dijimos desde abajo - para que llegues a ser grande, muchacho".



Muchas aves en el camino posaron para nosotros, pero solo algunas se dejaron fotografiar: el Fiofio Silbón sobre un cardo, la Codorniz Californiana sobre un ramerío seco a orillas de un pequeño cauce de agua y un Gaucho Común. También vimos: Golondrinas Patagónicas, Torcazas, Sobrepuestos, un Diucón, Zorzales Patagónicos, Jotes Cabeza Negra, un Comesebo Patagónico y los infaltables Teros y Chimangos. A eso de media mañana una Loica Común nos llenó con su canto. En una rama inferior una Diuca se preparaba para acompañarla pero apenas lo intentó, la Loica bajó y la corrió, siguiendo con unos gorgeos su concierto individual.

En la Laguna Los Juncos -parada de regreso- nuestro listado de aves observadas creció rápidamente. Ya en el río habíamos observado Patos Maiceros y Barcinos. Ahora lo veíamos nuevamente junto con Patos Overos, Pato Vapor Grande, Gallaretas Ligas Amarillas ( identificada con playback), Macá Común, Macá Plateado, Patos Cuchara, Cisne Cuello Negro, Cauquén Común y otros. De esta última especie vimos al menos dos familias, la primera nadando con su cinco o seis crías medianas. La otra estaba con sus juveniles en transición al plumaje adulto y ya se diferenciaban claramente hembras y machos aunque no tenían los colores característicos de su especie.

Los flamencos buscaban su alimento en el fondo de la laguna y algunos de ellos desplegaron ese vuelo majestuoso que permite apreciar toda la belleza de sus colores.





Las dos especies que nos sorprendieron pues son casuales o poco frecuentes en el lugar fueron el Pitotoy y el Tero Real. De éste último vimos dos ejemplares cuyos colores tan contrastantes nos resultaron muy llamativos.
El día fue espléndido. Sol patagónico y, por lo tanto, calor patagónico. Unos 18 ºC que quemaban a la siesta pero que no se sufrían haciendo lo que a uno le gusta.

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