Emociones que nacen...

Repercuciones del curso

Recibimos con Silvana Alzogaray este mail que publicamos con permiso del autor. Ignacio y Ana participaron del curso que acabamos de dictar y nos han llenado de satisfacción y emoción al compartir con nosotros su primera salida como Observadores de Aves.

«Les queremos contar nuestra historia de hoy domingo. Salimos decididos con Ana a hacer nuestra primera salida “solitos”… como dos pichones que recién dejan el nido. Después de almorzar decidimos rumbear para el Challhuaco. Una vez ahí emprendimos la caminata hacia la Laguna Verde.
Apenas iniciamos la picada un par de acompañantes nos fueron marcando el camino: por el suelo, de la familia de los passeriformes, pico larguito, ceja y debajo del ojo blancos, colita larga, amarronado, primarias negras con filetes blancos -haciendo una V en el lomo-, muy inquietas como para ver detalles pero curiosas y hospitalarias para enseñarnos por dónde ir. Siempre caminando ¡unos pasos por delante nuestro!. Por las señas de la cabeza hubiéramos dicho que era una Remolinera Araucana… pero el hábitat no correspondía. Tal vez una ¿Calandria Mora…?. Pero en la guía no le vemos el blanco arriba y debajo del ojo. Una falla de identificación… Seguimos intentando.
Cinco minutos más de caminata y nos llama la atención un “weeee” (grito de alerta) a la izquierda del camino: miro y veo a mitad de un árbol, a unos 30 metros, la silueta inconfundible de un Carpintero Gigante… ¡¡¡Guau!!! El corazón latía fuerte (el nuestro por supuesto). No lo podía creer. Le aviso a Ana. Prestamos atención, nos acomodamos sigilosamente para poder enfocar con los binoculares, y allí estaba: una hembra magnífica con su cabeza y copete todo negro, una franja blanca en el lomo y dale que te dale al árbol en el que estaba en garranchada… tac, tac, tac. Bajaba del árbol hasta cierta altura, luego volvía a subir, inquieta.
Nos acomodamos mejor y de pronto empezamos a escuchar cerca otro tac, tac, tac… buscamos, buscamos… y allí estaba él: el señor macho Carpintero Gigante: HERMOSO, cabeza roja, ojo rojo, apoyado en su cola y agarrado al tronco con sus patas gris estilo garra. Le daba a su tronco cerca del suelo con tantas ganas que me dolía la cabeza a mí.
Pero por ahí también se escuchaba un reclamo “wi, wi, wi”… un tac, tac más suave. De pronto le vemos asomar su cabeza… otro macho! Roja cabeza pero no tanto, en su nuca plumas más amarronadas, el periocular también más pardo… y para mí de menor tamaño que el señor macho. Zas! dijimos… es el pichón reclamando. Ahí estaba, HERMOSO! (¿porqué no hay letras más grandes que las mayúsculas?)
Debemos haber estado observando a esta hermosa familia por más o menos 1 hora. Nos fuimos acercando cada vez más. Ahí fue cuando me di cuenta de que me había olvidado la cámara en casa. Intenté con el celular… y aquí les mando lo que pude sacar… como el pescador que se saca una foto con la trucha que peleó y devolvió para que sus compañeros le crean al final del día.
Cuando ya estábamos extasiados de mirarlos decidimos acercarnos un poco más. No nos van a creer si les decimos que estuvimos a 5 metros del señor macho… Cuando quise sacarle una nueva foto con mi celular, al acomodarme, pisé una rama gruesa que cayó al arroyo. - Ups! - dijo el señor macho - acá pasa algo -. Dejó de golpear, “weeee”, “weee” otra vez, mira, vuelve a mirar. Yo me acomodo detrás de un árbol (a 5 metros a la altura de mis ojos estaba él!!) y lo espío… Él no confía y llama a su familia… decide volar.
¡Qué maravilla!! Estamos anchos, con esto ya nos podíamos volver satisfechos. ¿Qué más podíamos pedir?
Dato: el GPS marca 1407m de altura.
Pero bueno, seguimos la picada un poco más. Nuestras anfitrionas las ¿calandrias? nos seguían acompañando. ¿Nos habrán esperado mientras observábamos a los carpinteros? Un poco más arriba en el camino escuchamos un agudo “tititi”. Miramos a la copa de un árbol, convenientemente reclinados los dos sobre otro árbol inclinado, y allí los vemos ¡por primera vez! a los Rayaditos… Varios ellos, muy inquietos, tanto que no nos dejan identificarlos del todo. Yo lo hice por la cola que ¡termina en picos!. Seguimos.
Así llegamos a la Laguna de los Patos. Ni un solo pato. Un solo ave nadando en la mitad de la laguna. No nos suena conocida. No es pato, parece un Cauquén de cabeza Gris, pero se le ven los flancos muy blancos. En un momento vuela un poco y se le ven las cubiertas blancas-negras-blancas. Pero sigue sin convencernos. Para ese entonces nos habíamos sentado en un tronco gigante y caído para mirar con más detalle. En eso vemos del otro lado de la laguna dos aves muy grandes, parecidas pero distintas. ¿Qué son? La de la izquierda, por la “gran experiencia” adquirida en la segunda salida grupal es sin dudas (casi) un Carancho. El de la derecha… Hmmm… raro... Miramos la guía, no nos sale.
En eso estábamos, cuando vemos que otro carancho cruza la laguna hacia donde estábamos nosotros. Desde el borde nos observa a unos 30 metros, pero confiada se viene acercando caminando por el mallín (identificación positiva, un Carancho hermoso), se acerca más y se va por el costado. Nosotros seguimos consultando la guía, tratando de identificar sin dudas a ese Cauquén (¿?), observando con los binoculares. En eso estábamos cuando, de repente, escuchamos un ruido en la punta del tronco en el que estábamos sentados. Miramos rápidamente y sorprendidos: era el mismísimo Carancho que nos miraba curioso a escasos 2 metros de nosotros. ¡Susto y admiración! ¡¡No lo podíamos creer (otra vez)!!. Nos mirábamos, le hablamos.
Él (o ¿ella?) muy tranquila (nos parece que era ella porque después supimos que era un poco más chica) siguió ahí un rato, hasta que bajó del tronco al piso debajo por donde corría un arroyito. Allí se entretuvo comiendo algo y nosotros relojeándola. Otra vez se acercó a nosotros, ahora a 1,5 metros por detrás nuestro, en otro tronquito, mirándonos como diciendo: -¿Y ustedes? ¿No tienen nada para comer? ¿No quieren que los coma? Hermoso animal, su “boina” bien negra, su cuello bien barrado, su pico en dos partes la mitad rosado/anaranjado. Ahí se quedó. Hasta que por la picada aparecieron dos turistas, humanos ellos, nosotros haciendo señas para que miraran y no lo espantaran. En un momento los vió y decidió volar, con tanta destreza que desplegó las alas y pegó un sobre-pique en nuestro tronco, ahora a 1 metro de donde estábamos sentados ¡¡inmóviles!! - Bueno - dijimos - ¿qué más podemos pedir? Había más.
Antes de que volara nuestro amigo, se escuchaba del otro lado de la laguna un quejido “ñiii, ñiii, ñiii” insistente. De golpe, otra vez vemos volar hacia nuestra orilla ahora 3 aves: dos caranchos, y el tercero que todavía no sabíamos que era. Hasta que nos dimos cuenta (Ana se dio cuenta): era el Juvenil ¡¡¡de los Caranchos!!! ¡¡¡Otra linda familia!!!: Hembra, Macho y su pichón; tamaño ¡pichón…! más grande que la madre (según yo porque Ana no coincide). La madre vuelve a nuestro lado, misma rutina, misma confianza. Su pichón, hambriento, también se acerca, igualito, a 2 metros de nosotros, confiado igual que la madre. Gritón él, grandulón él, reclamándole y robándole de un saque la comida del pico de su madre. ¡¡¡Qué espectáculo!! Y ahora el padre, más grandote y desconfiado, él también se acercó pero se quedó a unos 5 metros de nosotros sobre el camino de la picada, vigilando que todo estuviera bien y que nosotros no hiciéramos nada amenazante o peligroso para los suyos. Así estuvimos, como media hora, y podría haber seguido todo lo que quisiéramos (ellos y nosotros). Pero nos teníamos que ir, ya se estaba poniendo frío y tarde para volver.
Salimos caminando por el tronco hacia la picada, en dirección al padre Carancho. Sin ningún problema él, se corrió un poco, nos dejó pasar… faltaba que nos hablara y nos dijera - “Buenas tardes señores, un gusto haber compartido este momento”.
Ufff, nuestra admiración ya no podía más. Van algunas de las fotos (malas porque fueron sacadas con el celu).
Dato: el GPS marca 1487m de altura.
Decidimos no continuar hacia la laguna verde, pero sí hacer unos metros más para acercarnos a la playa de la laguna de los patos para ver más de cerca a ese Cauquén. Y sí, era un Cauquén Cabeza Gris nomás, pero muy destruido el, muy venido a menos, solo, muy solo, como esperando la muerte. Y ahí fue cuando entendimos todo: eso era lo que estaba esperando la familia Carancho, ¡comida fácil! Empezamos a bajar, anchos, muy anchos por esta salida. ¡¡Impagable!!
Y acá estamos, todavía emocionados, pensando que se han cumplido con creces los tres objetivos personales que mencioné el primer día del curso:
1) Aprender. Hemos aprendido un montón y ¡estamos convencidos de que lo seguiremos haciendo!
2) Conectarme yo un poco más con la naturaleza y menos con la oficina: después de esto sin palabras, ¿no?
3) “Achicar” el síndrome del nido vacío que estamos viviendo como pareja. Hemos dado con una actividad en común que nos une y nos entusiasma, tanto como para aliviar un poco esa angustia que se da cuando los pichones vuelan del nido.
Y todo esto gracias a ustedes. Maravillosos profes, expertos, incondicionales, abiertos, simpáticos, apasionados y con muchas ganas de transmitir esa pasión. Y lo logran, verdaderamente lo logran. ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! (ya pregunté, ¿no? ¿¿¿No hay letras más grandes que las mayúsculas??)»
Un abrazo,
Ana e Ignacio

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que hermoso..
la verdad este camino recién empieza
gracias a los profes que nos han llenado de su energía y entusiasmo

Anónimo dijo...

Hoy lo vuelvo a leer y me emociona....gracias por compartir con nosotros su experiencia